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Mononoke

El nombre de la muerte

Amanecía. Los primeros rayos del sol su sueño interrumpían.
Lloraba, de rabia, de soledad, de tristeza, lloraba por ella.
Se ahogaba en su cama, moría cada noche cuando la recordaba.
Lloraba por aquella adolescente de la que se enamoró, por aquella mujer a la que quería.
Pero no pudo se, sin apenas avisar la muerte se la llevó.
Se fue antes de agotar el último grano de arena del reloj.
Todavía recordaba su cuerpo, su sonrisa, sus ojos, su vejez era bonita.
El cordón imbilical de sus corazones lo habían cortado, ahora sólo sería un viejo solitario.
Se sentía solo, no tenía ninguna razón para vivir, adiaba la vida.
Respiraba gracias al recuerdo de los anocheceres en los que bailaban su canción favorita.
Decidió acabar con ese martirio, sólo pensaba en el suicidio.
La muerte tenía el nombre de ella, quería morir de amor.
Había llegado el momento, envuelto en un llanto triste llenó la bañera de muerte
mientras cortandose la vida repetía que la perdonase por su cobardía,
entre agua y sangre ahogó su último suspiro.
Y volvió a sentarse en el columpio del jardín,
la veía bailando su canción favorita.
A su oído le susurraba cada nota de la melodia,
en los últimos acordes le repetía que tenían una vida, para quererse, amarse.
Mentira.
Y volvió asentarse en el columpio del jardín,
vacilaba a la vida, se balanceaba en su felicidad.

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